jueves, 31 de agosto de 2017

MERCEDES PINTO ARMAS DE LA ROSA Y CLÓS (1883-1976)

Mercedes Pinto nace el 12 de octubre de 1883 en La Laguna en la isla de Tenerife en el seno de una familia culta y acomodada, su padre fue el escritor y crítico literario Francisco María Pinto, que murió cuando Mercedes tenía dos años. Pronto descubriría sus dotes literarias puesto que fue merecedora de galardones en concursos regionales, con siete años de edad intentaba componer piezas dramáticas, con 14 ya había sido bautizada en su entorno como “La Poetisa Canaria” y pronto vio publicados sus poemas en diarios tinerfeños de la época.
La enfermedad mental de su primer esposo, Juan de Foronda, la obligó a trasladarse al Madrid de los años 20, donde la apoyaron célebres intelectuales (Ortega y Gasset, Cristóbal de Castro o Carmen de Burgos, entre otros) y donde tuvo una espacio en prestigiosos diarios y revistas (Prensa Gráfica, La Acción, o Lecturas de Barcelona). Allí publicará su primer libro de versos, Brisas del Teide, y pronunciaría la polémica conferencia El divorcio como medida higiénica, en la que defendía el divorcio para situaciones como la que la propia Mercedes Pinto padeció directamente. Sin embargo estas ideas eran demasiado adelantadas para su época y para un país sumamente católico como España. Esta intervención arriesgada y valiente en la Universidad Central de Madrid le valió la amenaza de una deportación por parte de Primo de Rivera. Por esa amenaza, decide exiliarse a Uruguay y abandona España en 1924, dirigiéndose hacia la frontera de Portugal, donde debía tomar el barco que la llevaría a Hispanoamérica, y donde sufrirá uno de los grandes dolores de su vida: la muerte de Juan Francisco, su hijo primogénito.
Uruguay marcaría el rumbo intelectual y humano de Mercedes: allí contrajo segundas nupcias con el joven abogado toledano Rubén Rojo, a quien había conocido en Madrid, y recibió toda clase de éxitos y un abultado reconocimiento intelectual. Dispuso de cargos especiales en el gobierno de Uruguay y fue, de hecho, la primera mujer oradora del gabinete. Promotora de la cultura entre las clases populares, fundó en Montevideo la famosa Casa del Estudiante, cuya finalidad era reunir gratuitamente a todo el público que cupiese en el salón o en el patio techado de su casa en la calle Minas, en torno a variadas actividades culturales. Entre los nombres que por allí desfilaron, baste mencionar a Juana de Ibarbourou, Alfonsina Storni, Jacinto Benavente, Rabidranat Tagore o Luigi Pirandello. Durante esta etapa, trabajó para las revistas y periódicos más importantes y da a la imprenta el poemario Cantos de muchos puertos, entregando sobre todo las emociones que le brinda el paisaje de las muchas tierras que la acogieron y también su primera novela, Él, llevada al cine por Buñuel décadas más tarde. En esta novela narraba el maltrato y su atormentada vida conyugal con el primer marido, enfermo de paranoia celotípica. Fueron años de enorme efervescencia creadora en los que expandió su trabajo escénico no sólo como autora de textos dramáticos como por ejemplo Un señor… cualquiera que se estrenó en el Teatro Solís de Montevideo donde nos advierte sobre la inutilidad de aferrarnos a conceptos y creencias que, con el paso de los años, no significarán nada, ya que el tiempo y la evolución se encargarán de transformar lo que era prohibido en algo habitual, o en natural lo que antes nos resultaba perturbador e indecente.
Además también destacó como empresaria teatral, con su Compañía de Arte Moderno o fundadora de la Asociación de Escritores Teatrales del Uruguay. Después de siete años de intensa vida en el país, y satisfecha por su fama como periodista, oradora, feminista, pedagoga, socióloga, dramaturga, poeta y narradora. Mercedes lo abandona en busca de experiencias nuevas y con la mente puesta en su regreso a España. Así es como inicia, en 1932, una larga gira con su compañía artística por varios países de Suramérica. En Paraguay, Argentina y Bolivia, Mercedes desarrolló un buen número de actividades al lado de sus espectáculos teatrales: habló en escuelas e institutos educacionales; fue la primera mujer que ocupó esta vez la tribuna de la Universidad de Asunción (invitada por el Gobierno para la celebración de las fiestas de independencia); la ovacionaron en Tucumán, donde defendió la hermandad entre las mujeres de América, y entre los pueblos del continente; impartió conferencias de interesantes contenidos sociológicos, disertando en Jujuy sobre pedagogía (“Concepto moderno de la educación a las juventudes”) o en la Universidad de La Paz sobre la juventud y otros temas de actualidad (“La juventud de hoy”, la educación moderna, la educación sexual).
La siguiente etapa de su vida se ubica en Chile, donde residirá durante tres años, y donde fue contratada por el presidente del país, Arturo Alessandri, para actuar como conferencista en escuelas, cuarteles militares y estaciones de policía, mientras da a la luz sus siguientes obras: el estreno de El alma grande del pequeño Juan, y la edición de Ella, su segunda novela, donde Mercedes se desnuda y cuenta su propia vida desde su infancia en Tenerife hasta principios de los años 20, con la franqueza, la sinceridad y el estilo directo y sencillo que la caracterizan. Durante su estancia, recibió el aplauso de la intelectualidad chilena, amén de unos versos escritos por Neruda y dedicados personalmente a la escritora y homenajes varios que festejaron no sólo sus obras literarias, sino la claridad de sus ideas, modernas y luminosas. El propio Gobierno le agradeció las actividades realizadas en el país con un viaje a La Habana.
Cuba era un destino que anhelaba conocer desde su infancia y había decido visitarlo antes de regresar definitivamente a España, pero la Guerra Civil española en 1936 abortó su esperanza de volver al origen y la detuvo en La Habana durante siete largos años. En la isla caribeña Mercedes Pinto brilló de nuevo como lo había hecho en sus etapas anteriores. Ocupó el puesto de Educación de Conferencista en la radio del Gobierno para las escuelas fundadas por Batista, ingresó como periodista en el Mundo y Carteles, desplegó una intensa actividad política en pro de la República Española y de las libertades femeninas y trabajó en varias estaciones radiofónicas, que le otorgaron una enorme popularidad. El sueño cubano –pues sin duda fue este espacio su segunda isla en el exilio y el país que más feliz la hizo durante su larga y azarosa errancia-, concluyó con la muerte de su segundo esposo, Rubén Rojo, que falleció tras larga enfermedad. Fue esta nueva desgracia familiar la que condujo a Mercedes Pinto a su último destino, la Ciudad de México, adonde llega inducida por una de sus hijas, la actriz Pituka de Foronda, que había grabado en La Habana la primera película del cine sonoro en Cuba, y que allí mismo fue contratada por el realizador azteca El Indio Fernández para protagonizar sus películas. En México Mercedes también se integrará en el periodismo, pero no a su llegada, precisamente, como desvela su nuevo encuentro con Batista en el D.F., que en medio de un banquete oficial le pregunta: “¿Qué hace aquí?” y ella responde “nada”. Sabedor de la adoración que había despertado en Cuba, Batista le jura que “antes de quince días usted volverá a escribir en mi tierra”, y así fue, pues el entonces director del diario cubano El País le solicita enseguida una colaboración continua para el suplemento dominical, a cambio de un sueldo de cien dólares.
Mercedes Pinto regresa a España por vez primera en los años cincuenta para visitar o convivir durante algunas temporadas con sus dos hijos Gustavo y Rubén Rojo que se instalaron en Madrid porque participaron en un buen número de películas españolas. En una de esas regresa a Tenerife para pronunciar la conferencia de clausura del ciclo “Arte Contemporáneo” organizado por el Círculo de Bellas Artes de Tenerife, la aceptación que tuvo en ese fugaz regreso no pudo ser más entusiasta. Durante sus viajes a España en los años cincuenta y sesenta vio publicadas de nuevo en Madrid algunas de sus obras: Más allá que el águila, una selección de sus versos editada por Cabal en 1968 y las reediciones de sus dos novelas en la editorial Biblioteca Nueva. En los años sesenta, sin embargo, Mercedes Pinto ya se había hecho un hueco definitivo en la prensa de México, trabajando como redactora del diario Excelsior, colaborando asiduamente en la revista Novedades, y en otros diarios e incluso ámbitos de la vida cultural, hasta el último día. Así su aparición con más de ochenta años en la película El coleccionista de cadáveres, dirigida por Santos Alcocer, y donde representa el breve personaje de “reina de gitanos”, compartiendo cartel con el célebre Boris Karloff. Y así también sus asiduas intervenciones en el famoso programa televisivo de Manolo Fábregas, donde Mercedes, días antes de su muerte, seguía oficiando de consultora para el gran público.
El 21 de octubre de 1976 fallece en México Distrito Federal a los 93 años de edad. Desde ese día, Mercedes yace en el Panteón Jardín de la Ciudad de México, custodiada por los versos que le dedicó su amigo, el poeta Pablo Neruda… 


“Mercedes Pinto vive en el viento de la tempestad,
con el corazón frente al aire,
enérgicamente sola.
Urgentemente viva.
Segura de aciertos e invocaciones,
temible y amable en su trágica
vestidura de luz y llamas”.




Con estos versos acabo con la semblanza de Mercedes Pinto, una mujer coraje. Toda la información que he recogido se basa principalmente en el trabajo de Alicia Llarena, doctora en Filosofía Hispánica y profesora titular de Literatura Hipanoamericana de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Y también sobre publicaciones que se realizaron por el Día de las Letras Canarias el 21 de febrero de 2009 dedicado ese año a Mercedes Pinto. Finalizo con una reflexión que hacía Alicia Llarena sobre la invisibilización de Mercedes: “Que la novela de una escritora canaria publicada en los años veinte sirviera de argumento a Luis Buñuel era ya un dato extraordinario; que además lo fuera de una de sus películas preferidas amplificaba la emoción; que Jacques Lacan se sintiera atraído por este caso de paranoia rozaba el grado de lo increíble; y que en aquellas fechas una autora de las islas edificara su ficción sobre una enfermedad mental me pareció, cuando menos, un gesto excepcional en el contexto de nuestras letras. Sin embargo vinieron a mí un mar de preguntas, y la primera de todas, precisamente, fue la de la ausencia: ¿por qué no lo editaron antes? ¿y por qué nadie habla de Mercedes Pinto?”